El gusto por la escalada que empezó a desarrollarse desde finales del siglo XIX especialmente en Norte de Europa y Norteamérica se encontró pronto con un importante problema: cómo entrenar en invierno.
La respuesta tardó algo en llegar, pero ya desde los años 20 y 30 empezaron a surgir rocódromos como alternativa para entrenar la escalada en roca, Las primeras instalaciones eran un poco rudimentarias y estaban basadas en piedras incrustadas en hormigón, aun así, se popularizaron rápidamente.
Con todo ello se ha creado algo más que una herramienta para practicar la escalada, ya que también permite mejorar nuestro estado físico y mental y, como ocurre con el rocódromo de Método Inercia trasladar estas ventajas desde que somos niños.
Los rocódromos y los niños
La primera aproximación de un rocódromo para un niño es claramente lúdica. Los más pequeños lo ven como otra forma de juego y diversión lo que genera una gran ventaja para convertirlo en una herramienta terapéutica y de aprendizaje.
Las habilidades que puede desarrollar son muy variadas. En primer lugar, el niño toma conciencia de su propio cuerpo y especialmente de los diferentes músculos que actúan en esta actividad tan completa. Esto permite conseguir un refuerzo en el resto de las actividades físicas que se traslada a la propia planificación motora. Escalar es un desafío siempre, y más para los más pequeños, que ahora aprenderán a elegir cuál es el mejor movimiento siguiente pero pensando en cómo su elección le influye en los movimientos futuros.
El otro gran grupo de mejora se centra en las habilidades motrices con la ventaja de hacerlo en un momento clave como es el desarrollo de los niños. Esta se centra en una de las partes del cuerpo más infravaloradas y que menos se trabaja como son los brazos. Sobre estos se mejora la coordinación bilateral, el correcto balanceo de los brazos al caminar. Unos músculos excesivamente tensionados son más proclives a tener más lesiones y para evitarlos hay que reforzar su correcto movimiento. Es por tanto tan importante fomentar este tipo de coordinación pero no es la única. También es importante trabajar coordinación óculomanual y de las cuatro extremidades simultáneamente ya que una actuación conjunta equilibrada conlleva menos problemas físicos si sobrecargamos solo una parte. Por último, otra de las actividades importantes que se desarrollan en un rocódromo es la lateralidad. Con esta mejoran las referencias espaciales y con ello la orientación del propio cuerpo en el espacio.
Todo esto no debe dejarnos olvidar que también con los rocódromos mejoramos el aprendizaje y la memoria motriz. Igual que se progresa en el conocimiento y en la planificación de nuestro movimiento ocurre lo mismo cuando comentemos un error o caemos al identificar ese “mal movimiento” y encontramos una forma mejor de desplazarnos. Con todo ello la práctica del rocódromo permite que el cerebro aprenda y mejore guiándonos hacia movimientos y posiciones más beneficiosas.
Beneficios a nivel social y personal
Si ya hemos visto como genera amplios beneficios físicos también los hay sociales:
- Mejorar la confianza en uno mismo al enfrentarse a un reto en el que es el niño el que tiene que buscar soluciones.
- Desarrollar estrategias de socialización.
- Desconectar con las rutinas diarias, fomentando un desarrollo emocional más positivo.
En definitiva, Método Inercia en su apuesta continua por la innovación y las mejores prácticas, tanto terapéuticas como preventivas, ofrece en la actividad del rocódromo una forma de aprender divirtiéndose, permitiendo que los más pequeños desarrollen buenas prácticas motrices que además ayudan al desarrollo personal.